La explotación del yacimiento que promete salvar al país en materia de abastecimiento presenta particularidades que la distinguen de las experiencias realizadas en otros países del mundo, especialmente que se realiza a grandes distancias de los centros urbanos entre otras ventajas
Vaca Muerta, la principal formación de shale en la Argentina, es la apuesta que decidió jugar con fuerza el Gobierno Nacional y Miguel Galuccio, el CEO de YPF, para recuperar el autoabastecimiento energético. Según estimaciones del sector este año el país destinará 13.000 millones de dólares para importar gas, diésel, naftas y otros combustibles, cifras que ponen en peligro a la economía nacional.
Hasta ahora, los resultados obtenidos por especialistas en energía de Estados Unidos confirman que Vaca Muerta cuenta con 25 mil millones de barriles de petróleo, lo que significa multiplicar por diez las actuales reservas de la Argentina sumando todas las cuencas. Con respecto al gas, el volumen depositado es aún más importante.
Con el objetivo de reemplazar las compras al exterior, la petrolera estatal se lanza a la aventura de los hidrocarburos no convencionales. Como aspecto principal, este tipo de recursos se destacan por no tener la suficiente permeabilidad para que puedan ser extraídos con los métodos tradicionales, por lo que se hace necesario la aplicación de nuevas tecnologías.
Básicamente, expertos en la materia explican que para desarrollar las tareas se debe inyectar agua a alta presión conjuntamente con la aplicación de agentes de sostén – arenas especiales – para permitir que los hidrocarburos atrapados en la formación fluyan hacia la superficie.
Con respecto a los riesgos que esta explotación puede provocar sobre el medio ambiente, un informe realizado por YPF asegura que haciendo los trabajos de manera responsable –conforme a las normas de seguridad en medio ambiente que establece la legislación nacional – no hay posibilidad de que se contaminen los suelo y el agua.
De hecho, el reservorio Vaca Muerta se encuentra ubicado en la Cuenca Neuquina, al sudoeste del país, en una región semi desértica, alejada de las poblaciones urbanas. Además, el estudio de YPF señala que los hidrocarburos almacenados en el yacimiento se encuentran a una profundidad de más de 2.500 metros, es decir, 2.000 metros por debajo de los acuíferos de agua dulce.
Si bien para su explotación se estima un consumo del 0,1 por ciento del caudal anual de los ríos de Neuquén, está previsto que ese volumen de agua sea reutilizado para re inyección en los pozos luego de un proceso realizado en instalaciones propias de YPF.
En promedio, el 99,51 por ciento de los fluidos utilizados en la estimulación están compuestos por agua y arenas especiales que son inyectadas en las profundidades de las formaciones productivas de shale. Sólo el 0,49 de los elementos utilizados son aditivos o químicos.
Asimismo, el análisis de YPF compara que la intensidad de la actividad sísmica proveniente de la inyección es aproximadamente 100.000 veces menor a lo detectable por los seres humanos. Ante estas condiciones, se descarta la posibilidad de que produzcan terremotos y otros movimientos de la tierra.