Cientos de pequeñas y medianas estaciones de servicio están en riesgo de desaparecer en Francia como consecuencia de la crisis económica. En España, muchas están apuntadas por la Justicia por pactar precios con las petroleras. En Israel, la empresa que construiría miles de puestos de recarga eléctrica para autos quebró
La gran crisis económica que afecta a los países de Europa impactó con fuerza en las estaciones de servicio francesas. El 72 por ciento de las instalaciones amenazadas son de tamaño modesto y están ubicadas en las zonas rurales, donde aseguran una serie de servicios considerados de interés público, como la venta de combustibles y reparaciones de emergencia.
Según la Federación Nacional de Oficios Automovilísticos, en 35 departamentos galos los choferes pueden demorar en la actualidad entre 15 y 35 minutos en encontrar una estación donde resolver algún problema.
La mayor parte de los cierres se debe a problemas económicos y la competencia de las grandes empresas de distribución, que controlan más del 65 por ciento del mercado. Se suma a ello el nivel cada vez mayor de las exigencias en materia de protección ambiental, que obligan a realizar costosas inversiones.
En 1975 había en Francia un total de 47.500 centros de servicio, pero a finales del año pasado sólo quedaban 12.300. La situación también afecta a esta capital y sus alrededores, donde en los últimos dos años el número de instalaciones descendió de 137 a 122.
En España surgen las “low cost”
La Comisión Nacional de Competencia (CNC) ha llevado a cabo inspecciones en varias compañías petroleras y en una asociación sectorial de expendedores ante la sospecha de una posible coordinación en materia de precios y condiciones comerciales en la distribución de combustible en estaciones de servicio.
En un comunicado, el organismo indicó que este tipo de conductas anticompetitivas se consideran infracciones «muy graves», que podrían suponer una multa de hasta el 10 por ciento del volumen de negocios total de las empresas infractoras en el ejercicio anterior al de la multa.
En este país, las voces del sector aseguran que en el último año y medio se habrán cerrado alrededor de 500 estaciones de servicio tradicionales. De hecho, más del 40 por ciento de las ventas del sector se hacen por bocas no convencionales. La crisis tiene gran parte de culpa, ya que ha provocado una caída precipitada del consumo de combustible, pero sin duda no es la única responsable, ya que hay que sumarle la aparición de nuevas estaciones de bajo precio y marca blanca denominadas “low cost” y la proliferación de cooperativas que sirven combustibles más baratos.
La tecnología del futuro sufre problemas del presente
La empresa estadounidense-israelí de automóviles eléctricos Better Place, concebida como un gran proyecto visionario en colaboración con el fabricante Renault, se declaró formalmente en bancarrota. El consejo directivo de la filial señaló que «hoy es un día muy triste en el que fracasa nuestra visión global de reducir la dependencia energética de contaminantes».
El ejecutivo responsable, Dan Cohen, declaró que «desgraciadamente, tras un año de operación comercial, estaba claro para nosotros que, pese a los muchos clientes satisfechos, la aceptación en el público más amplio no sería suficiente y el apoyo por parte de los productores de vehículos no llegaría».
La empresa, con sede en Palo Alto (California) y el centro de operaciones cerca de Tel Aviv, donde lanzó al público su proyecto piloto en 2012, desarrolló una red de carga y cambio de baterías, desplegada inicialmente en Israel y Dinamarca. Sin embargo, los vehículos eléctricos no alcanzan hoy el millar en Israel y son menos aún en Dinamarca.
Better Place ha pasado de proyecto constantemente alabado casi en cada discurso por el Presidente israelí, Simón Peres, y otros dirigentes del país a una iniciativa de la que sólo se hablaba en los últimos meses para aventurar su negro final.