Desde septiembre los precios de las naftas y el gasoil sufrirán un nuevo ajuste. Será de aproximadamente un 4 por ciento aunque con diferencias: esta vez los menos afectados serán los Premium. Con la suba, los valores de los combustibles líquidos acumulan un 34 por ciento de aumento desde enero y 60 en el año.
Coincidente con el comienzo del mes en que renace la primavera, las pizarras de las estaciones de servicio vuelven a retomar su tendencia alcista. Es que las principales compañías petroleras del país anunciarán por estos días un nuevo ajuste en los precios de las naftas y el gasoil, el sexto en lo que va del año, cercano al 4 por ciento aunque con diferencias: esta vez los menos afectados serán los Premium.
De este modo, en Capital Federal la súper cotizará a 11.90 pesos el litro mientras que la nafta de mayor octanaje pasará a costar casi 13,50. En el interior, este último producto podría alcanzar los 16 pesos en las marcas más caras.
Con la suba, los valores de los combustibles líquidos acumularán un 34 por ciento de aumento desde enero y 60 en un año. Para los estacioneros, la situación les genera una sensación ambigua: si bien les acomoda las finanzas, los aumentos disminuyen las ventas y provocan la retracción del mercado.
Según datos oficiales, el despacho de combustibles líquidos al público retrocedió en julio 6.47 por ciento respecto al mismo mes del año anterior. La nafta Premium y el gasoil tradicional fueron los productos más afectados aunque también se contrajo la demanda de súper.
Esta vez, a la par de la inflación, gran parte de la responsabilidad de los ajustes se explica en la disparada del dólar. Al respecto, Gerardo Rabinovich, Directivo del Instituto Argentino de Energía “General Mosconi” sostiene que la situación de la moneda extranjera “altera totalmente los costos de importación y de las refinerías”.
A su turno, el ex secretario de Energía, Daniel Montamat, señala que el Gobierno “se encuentra en una encrucijada”, entre la intervención del mercado para atenuar la escalada de precios de los combustibles o minimizar el perjuicio para YPF, porque si esta no mantiene su ritmo de inversión “va a tener que importar más gas y derivados petroleros”. La decisión de retocar los surtidores deja en claro cual fue la opción elegida.