La suba de los precios de los combustibles no solo le cae bien a las petroleras. El Estado también se favorece con los ajustes por su consecuencia en la carga tributaria, mientras que a los expendedores los aumentos les dan más aire para enfrentar el avance de los costos operativos.
La devaluación del peso caló hondo en el mercado petrolero. En apenas los dos primeros meses del 2014 los precios de los combustibles treparon 23 por ciento sumando más de 60 en un año, dejando rezagado por lejos un índice clave como el de la inflación al que duplicó sin más.
Queda claro que el intervencionismo estatal que regula los destinos de este mercado que permitió tamaños ajustes tiene un objetivo claro: minimizar el impacto que ocasiona la importación de energéticos a través de la recaudación de más impuestos, que en el caso de las naftas y el gasoil son más de la mitad de su valor en el surtidor.
La suba de las pizarras también favorece a las empresas petroleras. Si bien a partir de la depreciación de la moneda el costo de su principal insumo creció (se paga en dólares), la mayoría de las empresas, al ser integradas, se autoabastecen de la materia prima que utilizan para producir, salvo el caso de las refinadoras, como Shell. De este modo la suba del precio final les permite una mayor rentabilidad.
Los expendedores tampoco son ajenos a esta realidad. Los aumentos les dan más aire para enfrentar el avance de los costos operativos y los posiciona de mejor manera frente a la inminente negociación salarial. Así al menos lo reconoce el especialista y presidente de AES Formosa, Ángel Bigatti, quien sostiene que la escalada les juega a favor.
“Los combustibles tienen demanda inelástica, es decir que la compra disminuye proporcionalmente menos que el porcentaje de aumento”, sostiene. En otras palabras pronostica, “no bajarán mucho las ventas”, aunque a la par menciona que “crecerán los impuestos, tasas y obligaciones que influyen negativamente en el beneficio de la estación de servicio”.
Asimismo recordó que las compañías cobran al operador distintos cargos, como por ejemplo, el «canon por explotación» que significan miles de pesos, no trasladables al precio, además del costo de las obligaciones normativas tendientes a preservar la seguridad de la actividad.
Sin embargo no deja de reconocer que pese a estos vaivenes en los últimos años ha habido un cambio. Bigatti lo relaciona directamente con la nacionalización de YPF, hecho que califica como la piedra basal de un nuevo momento para el sector.”Hemos mejorado nuestras expectativas y confianza a partir de la incorporación del Ingeniero (Miguel) Galluccio a la conducción de YPF”, afirmó.