Minimercados: ¿ayuda para el expendedor o negocio de otros?

Los minimercados surgieron como una actividad satelital al despacho de combustibles para colaborar con la rentabilidad general del negocio. Sin embargo y con el tiempo, las petroleras impusieron condiciones de explotación y hasta una franquicia, que desvirtuaron la finalidad buscada inicialmente por los expendedores.

fotopre7011cEl Minimercado, shop, tienda o convenience store, surgió en principio como una alternativa para reforzar el beneficio que obtenían los expendedores por la explotación comercial de una estación de servicio. Nacidos a fines de la década del sesenta de la mano de Shell, tuvieron su auge en los ochenta cuando se transformaron en el eje de la movida juvenil.

Hoy son parte inseparable del paisaje que brinda cualquier boca de expendio. Ofrecen de todo: desde cigarrillos y comidas, hasta productos de lo más insólitos. Se los distingue por estar abiertos todo el día y todos los días, por su calidad de servicio, por su orden y limpieza y por la confiabilidad que brinda la reputación de una marca de prestigio como es el de una petrolera.

Este último aspecto fue esencial para que las empresas se involucren en el negocio y junto a ello, en su rentabilidad. La asistencia, capacitación del personal y el soporte del emblema, tiene un costo que se denomina “franquicia”, que se mide de acuerdo a la ubicación, complejidad y el nivel de independencia del operador para establecer precios y tipos de productos que puede vender.

Algunos aseguran que esta imposición podría interpretarse como un abuso de la posición dominante. En efecto, la franquicia no significa necesariamente ganancias, sino un costo semejante a un alquiler, justificado en que las compañías brindan un producto protegido. Sin embargo la ley no es pareja ni las cifras de facturación tampoco; la obligatoriedad de comprar a un determinado proveedor implica vender a precios fuera de competencia elevando el punto de equilibrio.

Estos condicionamientos traen aparejados altos gastos de mantenimiento y una dotación de personal muchas veces excesiva y costosa. “No se puede generalizar que no es rentable ni tampoco asegurar que es un mal negocio para la estación, pero sin duda lo es para la petrolera, porque cobra un porcentaje de las ventas, independientemente de que tengan un resultado positivo en la operación”, explicó un operador que prefirió mantenerse en el anonimato. “Conclusión: los costos y riesgos son del expendedor y las ganancias aseguradas sin riesgo ni inversión, de la petrolera”, se quejó.

Para otro empresario, todo depende de la “horma del zapato”: hay estaciones ruteras donde el store significa una importantísima fuente de ingresos -las facturaciones diarias superan los $30.000 – por la falta de competencia con un sinnúmero de otros comercios como kioskos, supermercados o hipermercados, “como los que hay en la ciudad”, apuntó.

“En mi caso particular como el de muchos, si salimos `tablas´ estamos hechos”, alentó “Pero el valor agregado que significa darle un servicio adicional a los clientes fuera de los horarios habituales de compras, sumado a la imagen, justifican este sacrificio”, resumió a modo de conclusión.

(Fuente: SURTIDORES)