“La crisis que enfrentan las plantas productoras de combustibles de menor envergadura difícilmente pueda revertirse en el contexto actual”, opinan especialistas petroleros. Hoy existen dos que transitan un escenario económico muy complicado que vaticina su final inminente.
En Argentina existen refinerías denominadas de “baja escala” en alusión a su escaso nivel de producción en relación a las de las grandes petroleras. Hoy transitan una situación muy dificultosa en razón de que para elaborar combustibles deben comprar el crudo a un valor de 70 dólares, a diferencia de las principales compañías que pueden importar a valor internacional, es decir a la mitad.
Fox Petrol y New American Oil son dos de las que atraviesan un presente por demás complejo. La primera de capitales neuquinos (propiedad de la familia Rodríguez Álvarez) anunció el cierre de sus instalaciones en tanto que NAO amenaza con una decisión similar. Si bien se hicieron gestiones ante el Ministro de Energía Juan José Aranguren, son pocos los indicios que aseguran su continuidad.
Miguel Ryndycz, ex Director Comercial de Petrolera Argentina, otra industria que debió discontinuar su producción, opina que la crisis que enfrentan las plantas productoras de combustibles de menor envergadura difícilmente pueda revertirse en el contexto actual.
El especialista recordó el motivo que dio origen a políticas de promoción de estos emprendimientos: “en aquel momento (2008/2009) había faltantes de octanos en el país y el parque automotor crecía de modo vertiginoso. Los valores de WTI (y en consecuencia los derivados importados), eran significativamente más elevados que hoy. Con esa fotografía parecía que los derivados producidos localmente podían volcarse al mercado local sin importar el costo”, precisó.
Ryndycz puntualiza que los pocos exigentes mecanismos de aprobación y promoción de ese momento no repararon en aspectos aparentemente secundarios y que hoy se convierten en los lastres de estas de estas pequeñas refinerías. “Nos referimos al nivel de conversión (posibilidad de sacar más beneficio de cada barril de petróleo), a los costos logísticos y la escala”, remarca.
Estas cualidades son costosas y están justificadas para emprendimientos de envergadura, tal el caso de instalaciones que puedan convertir fuel oil en más gas oil o que conviertan gas oil de baja calidad en diesel Premium y que separen los gases obtenidos para valorizarlos mejor con otros usos.
Asimismo los gastos logísticos de estos emprendimientos son muy altos por las localizaciones donde se han radicado. No tienen acceso a crudo por oleoducto, y están muy lejos de los mercados de consumo y de puertos de exportación para los excedentes. “Además no se debe dejar de mencionar que la distribución por camiones afectada por cuestiones sindicales, clima y cortes de ruta no mejora el panorama”, agrega Ryndycz.
“Hay que tener en cuenta además –sostiene el entendido- que en estas plantas pequeñas la escala baja hace que los costos de estructura (laboratorio, seguridad, administración, etc), que son aproximadamente similares para todas, haya que absorberlos con mucho menos crudo procesado, por lo tanto se vuelven aún menos competitivas” .
En ese sentido, señaló que las promociones otorgadas para la construcción, llevaron a una radicación y configuración inadecuadas para momentos más competitivos. “En definitiva, el complejo dilema de convertir en operables estos emprendimientos requiere de correcciones de vicios de origen, que a esta altura solo serían posibles con inversiones masivas en logística, ampliación de escala y valorización del barril obtenido a partir de mayor conversión; un desafío difícil de imaginar y justificar en el actual contexto”, concluyó Ryndycz.
Fuente: SURTIDORES