La filial local de la petrolera angloholandesa está a punto de cumplir un siglo de permanencia en el país. Su estadía estuvo signada por épocas turbulentas pero nunca como en estos últimos ocho años, donde según la empresa, la inestabilidad en el mercado, la escasa seguridad jurídica y las cuestionables políticas públicas perjudicaron el normal desarrollo de la actividad
Shell está a tan solo un año de cumplir un siglo de permanencia en la Argentina. Su larga trayectoria le permitió consolidarse como la segunda empresa en ventas de combustibles, puesto que mantuvo incluso, cuando sufrió un duro boicot lanzado desde el propio Gobierno en 2005 para “no comprarle nada, ni una lata de aceite”, por su decisión de no respetar el congelamiento de precios sugerido por el entonces Presidente, Néstor Kirchner.
Su estadía estuvo signada por épocas turbulentas pero nunca como en estos últimos años, donde según la empresa, la inestabilidad en el mercado, la escasa seguridad jurídica y las cuestionables políticas públicas perjudicaron el normal desarrollo de la actividad. Tal decisión le valió más de 100 denuncias de la Secretaría de Comercio Interior, que se tradujeron en multas millonarias para la compañía y 57 causas judiciales para su presidente, Juan José Aranguren.
“A pesar de estas dificultades, la convicción y seguridad con que Shell alzó su voz y mantuvo su posición fueron destacadas por sus clientes y también por diferentes sectores de la sociedad”, explican desde la petrolera.
No obstante en este último tiempo, la compañía reforzó su accionar en el país, continuando y perfeccionando sus programas sociales, contribuyendo al desarrollo de las comunidades en las que trabaja, respetando el medio ambiente y demostrando que, a pesar de las adversidades que se presentan en el actual contexto, es posible persistir.
Shell inició su historia en la Argentina cuando en 1914, apenas semanas de comenzada la Primer Guerra mundial, arriba al puerto de Buenos Aires el San Melito, el buque petrolero más grande del mundo que traía una carga de fuel oil y asfalto mexicanos enviados por la Royal Dutch Shell a su primer representante en el país, la Anglo Mexican Petroleum Products Co., con sede en Balcarce 278 de la ciudad de Buenos Aires.
Ese 10 de septiembre comenzó la operatoria de Shell en el país. Los primeros pasos fueron cargamentos regulares de productos bituminosos, pero en 1917 se lanzó a explorar su primera concesión en la cuenca del Golfo San Jorge, en Comodoro Rivadavia, un área de 9.000 hectáreas.
En 1920 empezó la comercialización de diesel oil en tambores de 800 litros y envíos al interior.
El paso se aceleró en 1921, cuando se abrió la primera sucursal en Rosario. Y en 1922 Shell lanza su primera marca de nafta, “Energina”, vendida en carros tanque. En Mar del Plata se inauguraron los primeros surtidores “Little Junior”, que despachaban a razón de tres litros por minuto.
En 1931, se inauguró la refinería de Dock Sud y con ello la expansión de las estaciones de servicio con su marca. En 1969 estrenó el primer minimercado, mientras que en la década del 80 introdujo surtidores electrónicos y minicomputadores. La desregulación de los años noventa consolidó a Shell al frente del sector petrolero. Se lanzaron al mercado productos que tuvieron una altísima aceptación entre el público, la nafta premium de más alta performance del mercado: Shell V-Power.
La dilatada trayectoria de la empresa, sin embargo, no invalida la posibilidad de su retiro. Se desprendió de activos en Chile, Uruguay y Perú y corrieron muchas versiones –nunca confirmadas- acerca de su salida de la Argentina. “Si no nos hemos retirado del mercado es porque consideramos que el negocio puede (debe) mejorar, tanto sea para continuar operando en el país, como para obtener un mejor valor de venta el día que lleguemos a considerar dicha circunstancia. Sólo el tiempo dirá si la decisión estratégica en uno u otro caso era la acertada”, explicó al respecto su presidente.